Pensando en qué escribir, me incliné por un tema en el que he profundizado últimamente debido a diversas situaciones en las que he estado inmerso: La mentira.

 

En mi experiencia como psicólogo, sobre todo en áreas de Recursos Humanos, he aprendido que es fundamental detectar cuando una persona está mintiendo u ocultando algo para obtener un puesto, un ascenso, una promoción, un mejor sueldo, etc.  Por eso es tan importante la habilidad del entrevistador para detectar una mentira.

En reclutamiento y selección es importante detectar cuando una persona dice mentiras pues es un predictor de que puede mentir dentro de la organización. Generalmente una mentira se corrobora con algunas pruebas psicológicas o grafológicas y una buena entrevista a profundidad, durante la cual es importante estar al pendiente de las cosas que dice el entrevistado, las reacciones físicas, fisiológicas, y, por supuesto, lo no verbal. Sin embargo, hay quienes disfrazan muy bien todas estas conductas debido a su habilidad para mentir.
En todo caso, si se detecta una mentira es muy probable que no se contrate al candidato o bien que se dé el fallo a la empresa o los responsables de contratación para que decidan si es prudente contratarlo o no. Las predicciones no mienten y, si las personas han sido contratadas, al menos 90% de las veces se corrobora que la persona incurre en mentiras, y esto tiene implicaciones para la empresa.
Sin restar importancia a los temas de selección, que aún me apasionan, en esta ocasión, mi interés va más allá del ambiente laboral, pues independientemente de que la persona mienta en ese ámbito, también lo hace en el personal y eso ha llamado mi atención. ¿Qué hace que una persona mienta y, más aún, a alguien cercano y a quien dice querer?
Queramos aceptarlo o no, como dice José María Martínez, la mentira y el engaño forman parte de la naturaleza humana en todos los ámbitos. Todos decimos mentiras en algún momento y esto tiene que ver con varias cosas: Nuestra historia, los valores inculcados, nuestros intereses y hasta nuestra cultura.
No es mi intención dar tips para poder detectar mentiras. Pues de ese tema encontrarás mucha literatura y hasta una magnífica serie de televisión que se trata del tema: “Lie to me”. Mi interés es más bien qué es lo que pasa desde el punto de vista psicológico en las personas que mienten y las que reciben mentiras.

El que dice mentiras

Las personas que dicen mentiras en el ámbito personal lo hacen principalmente por miedo a que se sepa algo y las consecuencias que esto acarrearía a su vida.
Sin afán de justificar a nadie, como terapeuta he visto que una persona que miente lo hace para evitar sentirse rechazada.
Quien miente lo hace para conseguir algo de alguien, para protegerse, para evitar que la otra persona se enoje, para ser aceptado, para evitar que alguien más se vaya de su vida, entre otras razones. Incluso hay quien dice que incurre en mentiras para proteger a la otra persona y que no sufra una decepción. Esta última razón deja ver más claramente la falta de toma de responsabilidad de quien miente, aludiendo incluso la protección hacia otros.
Las reacciones más comunes de alguien que miente son precisamente aquellas que cree que pueden desarmar a su oponente; seguramente las ha aprendido a lo largo de su vida y, como le han funcionado, las pone en práctica cuando se siente acorralado:
  • Niegan todo. Cuando alguien les enfrenta niegan todos los hechos y piden pruebas contundentes para que les demuestren que eso es verdad. Al no encontrar pruebas, la acusación es más fácil de tirar por la borda y quedar como una persona que no dijo mentiras, siendo incluso la víctima de la situación.
  • Se sienten víctimas. Esto es común para demostrar a la otra persona que es ella quien se equivocó por haber acusado injustamente. La persona a quien se le acusa de mentir se torna distante y se molesta haciendo sentir que ha recibido una acusación falsa; generalmente espera una disculpa para poder regresar a la vida cotidiana.
  • Demuestran enojo. Es muy común que esto pase, así, quien hace la acusación se siente desarmado por la reacción de enojo (gritos, golpeteos, muecas exageradas, etc.) y se ve casi obligado a retirar la acusación inmediatamente y, en ocasiones, hasta se siente culpable de haberla hecho. Quien dice una mentira y reacciona desde el enojo, es común que gane en ese momento la discusión.
  • Desacreditan a quien les acusa. Generalmente acusan a su interlocutor de ser ellos quienes mienten, poniendo como ejemplo algún hecho anterior. Esto es muy común para deshacer los argumentos y así evitar sentirse desacreditado injustamente. La acusación entonces se voltea a quien acusa.
  • Quitan importancia al hecho. Muchas veces, quien se siente increpado se justifica diciendo que no es tan grave, que no es justo que se le trate de esa manera, que no lo había hecho antes, o bien que solo lo hizo una vez. Es muy común que se justifique diciendo: «No sé porqué lo hice».
  • Piden perdón de forma exagerada. La persona, ya sabiéndose descubierta, pide disculpas exageradas, incluso hasta el punto de llorar amargamente porque lo hizo sin saber lo que hacía, sin querer, sin ser consciente de ello (como si no fuera responsable del hecho). Este tipo de reacción generalmente desarma a la persona que le acusa y se ablanda de tal forma que decide minimizar lo que siente después de haber encontrado una evidencia.
Esas son algunas de las reacciones más comunes que he visto en una persona que miente y a la que se le ha enfrentado. Las reacciones anteriores pueden ser de arrepentimiento real; pero no necesariamente, pues he visto que quien dice mentiras una vez, incurre en el hecho una y otra vez cuando las cosas se han solucionado con «un perdón». Hay quienes ni siquiera sienten remordimiento por haber dicho mentiras, pero también es un hecho que algunas personas se sienten mal al decirlas.
Quienes no dicen la verdad probablemente no la pasen bien. Hay quien se siente culpable, avergonzado, estresado, ansioso, mala persona, etc. Estas personas generalmente quieren dejar de decir mentiras pero ya es un hábito que se ha convertido en parte de sus vidas y se ven involucradas nuevamente en otra, aunque dicen que nunca más las dirán; entonces necesitan sostenerla y para ello es necesario inventar otra y otra y hasta que la situación se vuelve insostenible.
Alguien dice mentiras porque así aprendió a relacionarse y a obtener credibilidad, respeto, una buena imagen, control de una situación, etc. Quien dice mentiras generalmente cree que resuelve todo por medio del perdón del otro; sin embargo, esto no es así. Las emociones por las que pasan las personas que reciben mentiras son diversas y es necesario que las tome en cuenta si en verdad necesita credibilidad. Esto lo veremos en una publicación posterior.
¿Qué opinas del tema? Escríbeme.