«Si me engañas una vez, tuya es la culpa.
Si me engañas dos, la culpa es mía».
Anaxágoras

 
    Al establecer una relación con alguien, un valor fundamental implícito es la verdad. Generalmente no establecemos una relación diciendo a la persona (pareja, amigo, padres, hijos, etc.) que ante todo le diremos la verdad, lo damos por hecho. Sin embargo, siempre hay excusas que nos llevan a inventar mentiras «blancas» o «inocentes”, que, a fin de cuentas, mentiras son.

Desde pequeños es común aprender a mentir cuando los padres dicen a sus hijos que no digan mentiras, pero, por ejemplo, se niegan a contestar el teléfono a alguien: “Si es tu tía, dile que no estoy”. Eso sí, después viene la reprimenda cuando ellos, los hijos, les dicen una mentira para protegerse. 

¿Has estado cerca de alguien a quien le han ocultado algún diagnóstico médico por miedo a que “se ponga mal”? ¿Lo has hecho tú? Quien toma este tipo de decisiones, ocultando la verdad, generalmente lo hace para evitar un malestar emocional a la persona querida; sin embargo, eso es también mentir, aunque la razón por la cual se mienta tenga que ver con que la persona no sufra. Asimismo, hay personas que al enterarse de un diagnóstico determinado en su estado de salud deciden no hablarlo con los demás, sobre todo porque no quieren hacerles daño.

Ocultar algo así no siempre resulta positivo, ya que puede surgir la idea en quien recibe la mentira o a quien se le oculta algo, de que tenía derecho a saber. Si tú estuvieras en la situación de quien no recibe la noticia, ¿qué sentirías? ¿Cómo crees que se siente una persona a la que se le ocultan cosas o recibe mentiras de alguien a quien quiere?
 
Las reacciones ante las mentiras no son menores y en realidad afectan mucho a la persona que las recibe. La mayoría de las veces quien recibe una mentira tiene ciertas reacciones y emociones que son difíciles de olvidar. En muchas ocasiones he oído decir a alguien que ha dicho una mentira frases como: «Pero, si ya le pedí disculpas, ya le pedí perdón, no sé qué más quiere…” Quien dice una mentira cree que con ofrecer disculpas es suficiente, y que por ello la persona a la que mintió “debería saber perdonar y olvidar”.
 
En el consultorio no es usual que un paciente diga mentiras al terapeuta; es posible que las diga cuando olvida la consulta, cuando no tiene para pagar, cuando llega tarde, cuando quiere dejar la terapia, etc. De hecho, las mentiras de las que oigo hablar más frecuentemente tienen que ver más con infidelidades, desamor, sentir o dejar de sentir algo y ocultarlo, ocultar otra relación, ocultar el salario, ocultar un diagnostico médico, etcétera.
 
Recordemos que quien dice mentiras generalmente lo hace porque quiere conseguir algo de alguien, para protegerse, para evitar que la otra persona se enoje, para ser aceptado o para evitar que alguien más se vaya de su vida. Las reacciones más comunes de alguien que miente son precisamente aquellas que cree que pueden ayudarle a conseguir lo que quiere; por lo tanto, niegan todo, se hacen las víctimas, demuestran enojo, desacreditan a quien les acusa, minimizan los hechos, piden perdón de manera exagerada. Todas estas respuestas seguramente las ha aprendido a lo largo de su vida y le han funcionado.
 

¿Qué pasa del otro lado? ¿Qué le pasa a la persona a la que le mienten? ¿Qué pasa con las personas que son depositarias de mentiras?

 
Cuando una persona descubre que alguien (generalmente su pareja) le dijo mentiras, recibe un fuerte golpe en su autoestima, además de sentirse enojada, devaluada, no tomada en cuenta, confundida, defraudada, poco amada, desprotegida, desconfiada, etcétera.
No es lo mismo «sentir» que «pensar» o «creer» o «imaginar». Tampoco «sentir» es sinónimo de llevar a cabo una acción frente a la mentira. Sentir es, como dice Miriam Muñoz,
«un fenómeno que ocurre al ponerme en relación con alguien o algo que me interesa, es estar involucrado emocionalmente con alguien o algo».
Cuando alguien cercano miente, lo primero que aparece es la emoción y después los pensamientos y las creencias que permitirán tomar acciones posteriores: Perdonar las mentiras, hablar y resolver la situación, iniciar de nuevo a construir la confianza o bien separarse de esa persona que miente.
 
Si la mentira fue dicha una vez ‑o bien si no fue tan grave‑, puede ser más fácil olvidarla; si la mentira es mucho mayor, o es recurrente, las cosas se tornan más difíciles tanto para quien las recibe como para quien las dice, pues se pone en duda la credibilidad.

 

He aquí algunas de los sentimientos que pueden tener las personas que reciben mentiras.

 
  • Enojo: “Me siento muy enojada cuando me dice mentiras pues piensa que no me doy cuenta, incluso pienso que duda de mi inteligencia”. Aunque el enojo es un sentimiento que en su parte positiva ayuda a poner límites, a veces, una persona que se sabe engañada reacciones violentamente, más que poner límites.
  • Devaluación: Devaluar significa no dar el valor que corresponde a algo. Una persona que se siente devaluada suele creer que no le dan el valor que merece como persona. Cuando le mienten se pone en juego su estima también.
  • No tomada en cuenta: Una persona que recibe mentiras no se siente tomada en cuenta por quien se las dice. Es común que sienta que no le dan el lugar que le corresponde en la relación. He escuchado personas que no se creen capaces de tomar decisiones después de que alguien les mintió.
  • Confusión: Para alguien que recibe una mentira sentirse confuso puede resultar incómodo, molesto e incluso perturbador. Cuando alguien siente confusión, es probable que pida que le expliquen más de una vez una situación para entenderla mejor y así aclarar sus pensamientos; por supuesto, para quien miente puede resultar molesto tener que dar tantas explicaciones. La confusión puede conducir a la desconfianza.
  • Defraudada: Cuando una persona deposita su confianza en alguien, lo menos que espera es que lo defrauden y sentir que han abusado de ella. Defraudar es, según la Real Academia de la Lengua Española: “Privar a alguien, con abuso de su confianza o con infidelidad a las obligaciones propias, de lo que le toca por derecho”. Cuando una persona se siente defraudada, tardará en confiar de nuevo en quien le mintió.
  • Desconfianza: “No logro restablecer la confianza en él. Me doy cuenta de que lo amo, eso es la parte emocional, pero a partir de que me engañó, cada vez que me dice algo pongo en duda sus palabras.” La confianza da esperanza y seguridad por una persona o por sí mismo; se va construyendo a lo largo del tiempo y con acciones del día a día. Sin embargo, con una sola mentira puede desaparecer por completo y todo lo construido se viene abajo. Como en el ejemplo anterior, no es fácil luchar contra el sentimiento de amor por alguien, pero es a base de tareas y tiempo que se logra reestablecer una vez que la confianza se ha perdido.
  • Desamor: Es común que una persona mezcle los sentimientos, es decir que cuando se siente engañada lo confunda con desamor, y ello no siempre es así, pues no es lo mismo engañar que no querer.  Precisamente esa mezcla genera confusión, pues en los votos que vinculan a las parejas la confianza es un valor implícito que no se tiene que especificar, por ello es común que una persona que recibe una mentira sienta que no le aman.
  • Desprotección: Al establecer una relación afectiva también se establece una relación de protección con las personas. He escuchado que cuando alguien recibe una mentira se siente desprotegido pues no sabe cuándo creer de nuevo. Sentirse protegido por alguien es una manera de establecer un vínculo de confianza con esa persona, por lo tanto si alguien miente a una personas que ama, es muy probable que esta última se sienta desprotegida y, por supuesto,  poco animada a volver a confiar en alguien que le desprotegió.

 

Como se puede ver, no es cualquier cosa ni decir una mentira ni recibirla. Recibirla implica, además de trabajar con los sentimientos, tomar una serie de decisiones que no son fáciles.
 
Quizá de ahora en adelante cuando digas una mentira podrás tomar en cuenta qué implica para la persona a quien la dices; quizá no la digas o bien, lo hagas con el conocimiento de que no bastará ofrecer una disculpa si te descubren, pues esta no será suficiente a sabiendas de todo lo que pasa con quien la recibe. 

Es importante tomar en consideración algunos o todos estos puntos antes de decir nuevamente una mentira, pues los sentimientos de la persona a quien se la dirás seguramente serán adversos. Se sentirá frustrada y podrás perder su confianza.